Mañana dirán que soñar es ilegal.


Dos sombras tumbadas sobre la acera , una pequeña cálida brisa de viento sigue anunciando el verano, y un silencio infinito solo deja escapar el ruido de algún gato.
El la coge de improvisto,  como siempre.
La coge de la mano y la levanta apuntando hacia arriba.


-¿Ves allí en lo alto del cielo, junto a aquella nube con forma de elefante esa  estrella que brilla tanto?

- Sí.

Ella asiente, y cuando el baja la mano ella la mantiene,  sabe que no quiere perder aquel instante,  siempre le gustó el tacto de la mano de aquel muchacho.

-Pues en los días en los que siento que me faltas o necesito aclarar mi cabeza, comienzo a mover los brazos y vuelo hasta allí.

La sonrisa de el,  inevitable.

- Idiota,  eso es imposible tu no puedes volar.

-Pues te digo que no solo eso,  sino que también me siento en una piedra y desde allí me paso los años  muertos mirando tus ojos.

Se ruboriza,  ese cosquilleo otra vez,  tiene tantas cosas que decir y sin embargo tanto miedo.  Se fija de reojo en el, y sigue con la mirada el contorno de su sonrisa,  no quiere que eso termine.

- Tonto,  eso no puede ser verdad, tu vista no alcanza desde tan lejos y no eres tan viejo.

De golpe el se coloca encima de ella,  dejando a pocos centímetros su labios,  el espacio justo para que sus almas no se mezclen, la mirada fija en sus ojos. El le coloca la mano en el corazón, sus latidos van apresurados. Justo cuando ella se predispone para regalarle un beso, el cambia el itinerario hasta su cuello y le susurra:

-¿Y en que momento te dije que te miraba con los ojos y que vivía con un reloj?

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